Ella es como esa suave brisa en un día caluroso. Te refresca tanto que quisieras abrazarla sin despegarte de ella. Su calor representa la inocencia que sólo un ángel puede proveerle. Y sus ojos expresan el verdadero amor como si no hubiera un mañana. Sin poder hablar, conozco sus miedos, sus deseos y su rabia. Me protege a capa y espada como si fuera su diosa. Y me enseñó a comunicarme con gestos y miradas, para no aturdir su momento más preciado en silencio. Aunque no me de cuenta, ella conoce cada parte de mi. Y con sólo sentir mi aroma, relaja su cuerpo y se acuesta a mi lado. No me cuestiona ni me reclama por nada. Ella es feliz así. Con lo mucho o lo poco que yo le pueda dar. Con ella aprendí a disfrutar una caminata, el aire fresco que hay fuera de casa, y a dar caricias sin ser pedidas.